jueves, 26 de mayo de 2011

MIDNIGHT IN PARIS

Cuando el espectador va a ver una nueva película de Woody Allen no sabe bien con qué se va a encontrar. Puede que sea una mítica (Annie Hall), un homenaje (Manhattan), una sátira (Si la cosa funciona), un drama (Match Point), una mediocre (Vicky Christina Barcelona), una olvidable (You´ll meet a tall dark stranger) o una joya, una exquisita e inmemorial delicia: Midnight in Paris.

A la postre, lo importante es que el espectador va al cine por Allen y en la mayor parte de las ocasiones sale pensando “lo ha vuelto a hacer”. En el caso de la película que nos ocupa, ha realizado posiblemente su mejor trabajo.

Midnight in Paris no se ve, se degusta. Es una obra redonda, y, además, original (algo difícil de encontrar hoy en día). Owen Wilson resulta ser un actor espléndido (que anda por ahí totalmente desaprovechado), y el esperpéntico guión es difícil de describir, ¿lo mejor? ir, comprar las entradas y vivirlo in situ, que nadie le destripe ni la trama, ni las ironías, ni la brillantez de las frases. Los personajes (todos) resultan de lo mejor de la cinta (sólo me chirría, no sé muy bien por qué, Marion Cotillard) y el genuino contraste entre la familia adinerada made in América y el espíritu bohemio del escritor crean la base de la comedia. Más tarde, la sorpresa nocturna (esa que nadie debe destriparles), dibuja la metáfora de la atemporal pregunta: “¿estamos a gusto con nuestra vida?”.

En fin, nada (incluido el estupendo cartel) se salva de convertir la película en una auténtica maravilla. Todo, en esta medianoche, sabe, además, a la ciudad de la luz. Es un homenaje al mejor París, a esa ciudad fotogénica que tan fácil roba el corazón. Y lo hace perdiéndose no sólo en su ventrículo más rodado, sino en el otro, en el que sólo luce como es debido cuando el reloj da las doce.

Vayan a verla ¡ya! Sin falta.

miércoles, 4 de mayo de 2011

THOR, esto sí que es un Dios.

¿Qué porque, de entre todas las películas que hay, hago una macro-crítica de THOR?
Porque es la caña. La mejor película de la factoría Marvel que he visto en estos últimos años. Mucho mejor que la última X-MEN (infumable) y sus spin-off, mucho mejor que Spiderman uno, dos y tres, (que las dos primeras no son malas, conste, sólo la tercera, otra catástrofe) o el reboot de Superman. Se salvan los Batman de Nolan, porque son brillantes, y tan oscuros como el traje del protagonista.

En cualquier caso, Thor, con su martillo, se las ha cargado a todas de un mazazo.

Me senté en la butaca, con mis gafas de 3D (el único elemento algo innecesario, no hay una diferencia abismal entre la versión tridimensional y la bi), y ya no volví a levantarme. Me quedé tan pegada a la butaca como con la primera de Iron Man, y Thor, incluso, me parece mejor que ésta. Es un producto que rebosa frescura, una peli de Marvel con tinte de clásico instantáneo. Una fuente de versatilidad, originalidad, falta de complejos y naturalidad, cuyo guión se basa en discurrir de forma más bien verosímil que realista, todo es tan improbable como en la vida real, y de ahí que el espectador pueda identificarse incluso con el Dios del trueno.

Su éxito quizá se deba a que su trama se desarrolla más entre los decorados (impresionantes) del mundo fantástico, que entre los “pim pam pums” que se suelen pegar los súper-héroes en la tierra con tanto afán de protegerla. Déjenla explotar, quizá se lo merezca. Además, Thor resulta ser un tío normal, un personaje carismático al que, eso sí, el traje de friki salido de la Comic Con de San Diego le sienta como un Armani. Chris Hemsworth deja claro que es un Dios en la tierra, y no sólo por sus abdominales a camisa descubierta que han hecho suspirar a media sala, sino por sus dotes actorales que hacen frente incluso al grandísimo Anthony Hopkins (Odín, el Top 1 de los Reyes), que encuentra, después de tiempo, un papel hecho a su medida.

Puede que ésta peli sobre el vikingo de la capa y el martillo tenga momentos de flaqueza, precisamente porque tiende a la cursilería efímera, a la moraleja de cuento. Aún así sabe reponerse de esos ínfimos lapsus momentáneos y reafirmar que no hay chicas potentes, que no hay batallas por la Humanidad, que no hay superhéroes, y que no los necesita porque tiene hombres de honor, recuperando un así un concepto mucho más legendario que el de simplemente salvar al prójimo “porque sí”. Thor tiene que aprender una lección de humildad y su padre, que lo destierra, elige la tierra como academia. Allí, despojado de su viril martillo, el rubito de Asgard tiene que lidiar no sólo con el hecho de que romper tazas contra el suelo no atrae más café sino que sin amigos y bueno, sin Natalie Portman (que interpreta a la física Jane Foster) la vida pierde más de un aliciente. Así, curiosamente, en cuanto recupera su martillo, el film ve cómo se escapa el humor que venía arrastrando. Un humor no especialmente sofisticado, pero de nuevo muy humano que funciona en ésta fábula cinematográfica dirigida por Kenneth Branagh, quien precisamente la dota de ese aire Shakespiriano de luchas internas del protagonista. En fin, que una vez el héroe vuelve a calzarse las botas de príncipe heredero y vengador, se da paso a las batallas de sangre contra sangre y al desenlace que, muy a la altura, usa un buen abanico de recursos y nos deja con las vistas de la ciudad dorada (y su castillo-órgano en el medio). Es una batalla intensa, aunque épica es la del primer cuarto, en plena tierra helada, donde el martillo, auténtico prota, demuestra cómo se las gasta y no deja títere con cabeza. ¿Para qué filmar The Avengers cuando semejante artilugio se basta y se sobra? Yo, también quiero uno.

En resumen, este Thor es un film dinámico, divertido, que sabe mantener los tempos y crear personajes con gancho (esos múltiples secundarios), en el que ¡por fin! hay un beso sensual de los buenos, y donde la dirección artística se ha currado un universo-joya increíble de ver. El reparto muy a la altura, borda cada papel y el guión, limpio y claro no se pierde en nimiedades relatando una epopeya pedagógica con grandes dosis de épica. Thor, el más sexy de los héroes, está cincelado para perdurar.