sábado, 20 de agosto de 2011

Crítica del mes: SUPER 8

En pocas palabras: Super 8, mola
Ya no se trata de que la película en cuestión sea buena, mala, peor o mejor, sino que en resumidas cuentas es guay. En este film con nombre de celuloide, casi todo resulta redondo. Super 8 no es sólo entretenida, sino que
consigue algo importante: tener alma.
Su único pecado: que tanto la trama como el final no estén a la altura de las expectativas. Tiene todo lo que hay que tener para catalogarse como un clásico, aunque no tenga una originalidad de fábrica, pues bebe al 90% de las grandes películas de los 80, incluida su estética. Y es precisamente en estos aspectos donde la cinta rezuma la frescura necesaria para superar sus carencias. Le falta la intriga de los Goonies, por ejemplo, pues el espectador sabe ya, casi desde el primer cuarto, de qué va el asunto y su más que posible resolución. El final no sorprende a nadie, lo cual resulta llamativo, puesto que su guión intenta en todo momento ocultar el supuesto enigma, ya sea con enormes carteles amarillos y humo, o con la impagable promoción. Y es que, si en algo lleva esta producción la firma de Abrahams, más que en la factura del film (muy spielbergiana, puro tributo), es en el halo de misterio, merchandising y detalles cinéfilos que rodean al producto cinematográfico. En todo lo demás, la película resulta impecable. Y aporta algo más: ternura junto con un sentimiento en cierta medida dificil de definir: una mezcla entre valentía narrativa y una suerte de feliz nostalgia irresistible. Algo así como una camaradería intensa pero inteligente.

Super 8 está bien contada, haciendo mención especial al talentoso cast (padres incluidos), y sobre todo a los protagonistas: ese sexteto que sabe aportar a raudales la comedia y el gancho que una peli así necesita. Son quienes componen, precisamente, ese "alma" que mencionaba al principio (lo mejor: la escenas de rodaje). Además, si yo fuera Dakota Fanning me temblarían las piernas pues, hay que reconocerlo, su hermana Elle está sobresaliente. Su aura de inocencia transgresora cautiva sin dejar de sorprender con sus potentes dotes artísticas. Esta chica promete, y mucho.

Por otro lado, la espléndida banda sonora pertenece a Michael Giacchino, con el que J.J. Abrahams ya trabajó en Perdidos, y tanto la fotografía, como los movimientos de cámara o los excelentes efectos especiales (mención aparte para el increíble descarrilamiento), componen una base sólida y estilísticamente sabrosa sobre la que sustentar pizca de drama emocional, gags hilarantes, espíritu aventurero y esencia de juventud materializada en unos niños que ¡realmente parecen niños! Chavales haciendo maquetas y películas caseras en vez de dandole al videojuego, algo impensable hoy día. Da gusto ver a los protagonistas guardar su inocencia y mantener esa preadolescente irrefrenabilidad, a la vez que comienzan a madurar. Ellos completan esta fábula donde, además, la realidad y el cine se mezclan más allá de la pantalla. De ahí que uno de los mejores momentos del film sea la "otra" película. Si se quedan hasta el final, lo sabrán.

Yo, sinceramente, me lo he pasado estupendamente viéndola.

martes, 16 de agosto de 2011

MY BLUEBERRY NIGHTS

Hay algo en la película del director Won Kar Wai que invita a abandonar el cuerpo, a levitar y dejarse embrujar por el coctel de colores, sentimientos y sabores que azotan nuestros cinco sentidos e incluso llegan a despertar un sexto, escondido y cobijado por la voz de Norah Jones, desde que empieza el primer minuto de metraje.
El director hongkonés se sumerge a medias en el género roadmovie y relata una fábula sobre el reencuentro con uno mismo de una forma visual y narrativa, que ya tiene rubricada su firma desde hace tiempo. Esta película, como pasa con muy pocas otras obras del cine, no se ve, ni se escucha, sino que se degusta. Su fotografía, esa luz que varía igual que muta el fondo por el que viaja la protagonista, es una obra de artesanía visual incomparable. Su música, una banda sonora encabezada por la cantante Norah Jones, también protagonista de la cinta, y seguida a golpe de melodía existencial, de nana, y de ritmos lentos para paladear la vida por Cat Power, Gustavo Santaolalla, o Ry Cooder, es una delicia existencial suprema. Y su historia, que está protagonizada por una persona de vida sublimemente normal, resulta una narración tan humana como pura ilusión nacida del sombrero de un mago, ¡eh ahí el canto a la belleza de las pequeñas cosas!

Cuando la vida nos abate, nos parece querer decir el director, se abre la encrucijada de un camino, y tenemos que decidir quiénes somos. En la película son los detalles los que hablan de las personas, las metáforas, como la de ese pastel de arándanos abandonado al final del día o esas llaves postergadas al olvido, son quienes trazan el sutil encanto de la cotidiana rareza. Si, además, nos vemos acompañados por los ojos de Jude Law, en uno de sus papeles más seductores, y embriagados por el ambiente de un pedazo de Nueva York materializado en una cafetería donde uno podría vivir para siempre, es difícil querer salir de “My Blueberry Nights” una vez que se ha entrado.

Mis noches de arándanos es una historia de amor en todos los sentidos, de amor por uno mismo, de amor por el camino pero también por el destino, por el regreso a casa cuando encontramos a dónde poder volver. Escenificada mediante un ramillete de desconsolados personajes (Rachel Weisz, David Strathairn o Natalie Portman) abandonados a vivir cíclicamente, de pronto o quizá premeditadamente, éstos rompen con ese movimiento circular para dejar a sus pies tomar las riendas del camino. Elegir su dirección, mientras despiden con la mirada a la protagonista. El film se mueve por América nadando entre colores, desenterrando la humanidad que a veces nos consume y marcándonos la dirección hacia la puerta que dejamos abierta, una puerta que siempre está en Nueva York. La película nos seduce e invita a revelar dos grandes verdades: que la vida sabe a un beso y que ese beso sabe a noches de pastel con helado. Nada, incluso un bar oscuro o el árido desierto pueden romper la maravillosa estética, la sublime cadencia de un film que te arrulla sin dejarte indiferente.

Un film que sabe a música, color y arándanos.

domingo, 7 de agosto de 2011

BEGINNERS, principiantes en el amor.

Hay una serie de películas que saben capturar la humanidad en toda su dimensión, con sus caras y sus sombras. Y sobre todo desde una mirada "indie", tan poco comercial como para no perderse en derroteros manidos, pero con una intención lo suficientemenre rentable como para no perpetrar largometrajes que inviten al sueño. Son películas que hablan de la vida sin dejar de lado la esperanza y que saben aunar guión, actores, fotografía y banda sonora para generar iconos pop de cine. Entre ellas, está Beginners.

Lo mejor: La naturalidad con la que se representa la belleza de la imperfección humana.


Lo peor: Que no hayas ido aún a verla.


Sin desvelar ningún hecho clave, el punto de partida de la espléndida Beginners es el de un padre (Christopher Plummer) que tras confesarle a su hijo (Ewan McGregor) que es gay, se lanza a vivir la vida durante el tiempo que le queda y que, de una forma u otra, le insufla al protagonista el aire necesario para poder respirar, vivir y amar (a la francesa Mélanie Laurent).


Beginners es una película profundamente humana y ahí radica su belleza. Nos enseña tanto las dificultades del amor que ha de esconderse, como las diatribas de calado más existencial que hunden, como barcos a la deriva, a los amantes del siglo XXI. Habla del valor necesario para vivir e intentar ser feliz por encima de todo, sabiendo que la soledad aguarda a los que se van rindiendo. Su guión, dotado de una gran sensibilidad va acorde con la dirección del metraje, sin duda debido a que ambos le corresponden a un mismo autor, el director de la cinta Mike Mills, quien se inspiró en su propia vida para crear esta deliciosa historia.

De alguna forma el film nos espeta que todos somos principiantes cuando se trata de vivir, da igual la edad que tengamos, tenemos que enfrentarnos a un nuevo reto, y amar no es el más fácil. La película contrapone las barreras sociales del amor, frente a las que hoy en día nos ponemos a nosotros mismos. A la vez que habla de diferentes tipos de amor: algunos marchitos, cansados, silenciosos que culminan en la locura de vivir una representación teatral, hasta aquellos que nos salvan la vida y que no obstante, parecemos obcecados en destruir porque no sabemos ni quiénes somos. Al personaje de Mcgregor le falta pues, el valor que a Plummer, soberbio en su papel, le sobra.

Lo cierto es que todo está narrado con una sorprendente sensibilidad y naturalidad, enlazando cada parte del film en una estructura cambiante y retrospectiva que funciona con gran dinamismo. La película también goza de un ritmo agridulce que mejora a cada secuencia, animado con una música sutil que va calando en el espectador. Todos los actores hacen un trabajo especial y personal, y salen espléndidos en pantalla, pues Beginnes es una historia que se te queda en la retina dibujada con sabor a caramelo y regaliz negro. Y, seas o no amante de los Jack Russell, querrás llevarte a Arthur a casa.