lunes, 4 de abril de 2011

NEVER LET ME GO

La primera vez que pude ver en el cine el tráiler de Never Let Me Go, o como nos ha gustado (mal) traducirla en España “Nunca me abandones”, me quedé fascinada. Y desde ese momento, en el que algo en mi cuerpo se convulsionó, supe que quería verla. Así esperé varios meses a que la estrenasen en tierras patrias (incluida una semana de retraso y drama), y la degusté en pantalla grande, con amiga para charla post-cine Starbucks y debate, y lacasitos para superar el lagrimeo interior.

Cuando vi el tráiler, me conquistaron, así, en principio, la aparición de tres pesos pesados como Keira Knightley, Carey Mulligan y Andrew Garfield. La primera que había estado medio desaparecida salía de entre las tinieblas, la segunda era una potente futura estrella, que película que hace, película en la que eclipsa al resto del reparto; y el tercero un atractivo y talentoso inglés más conocido hasta el momento por el tirón facebook y por ser el futuro Spidey, que por su Bafta a mejor actor de TV por Boy A hace un par de añitos.

Y sabía, también, que había un misterio, intenté no enterarme pero de forma infructuosa, porque leer Cinemanía, Fotogramas y toda revista de cine que se tercie e intentar preservar la inocencia del argumento no van a la par. Luego, resultó que lo contaban a los 20 minutos de la trama… Pero como mi intención poco secreta es la de analizar la película, si no quieres descubrir de que va toda esta historia, no sigas leyendo o como se hace en otras publicaciones, estate atento porque hay ¡¡Spoilers!!

Comentario: A grandes rasgos, o en una crítica sin spoilers (de momento), opino que Nunca me dejes marchar (lo auto-traduzco a mi gusto) es un film tristísimo y desalentador, rodado, eso sí, de forma muy poética que habla sobre emociones muy humanas, y precisamente de preguntarse qué es lo que nos hace humanos va el tema. El final es demoledor, como en sí mismo el mensaje, que se diluye más en lo que no se dice, que en lo que sí. Un drama sin esperanza, que planea con belleza sobre el amor para aterrizar en Carey Mulligan, que está brillante.

Pero poniéndonos serios, lo cierto es que la película, porque la novela en que se basa, del aclamado Kazuo ishiguro, no la he leído (aunque quiero), habla precisamente de –no dejar marchar- o de su opuesto, de dejar ir a quien amas, sin oposición, pero con virulencia interna. Hay temas éticos a tratar, temas sociales, temas de distopía pero en pasado, que tendrá un término pero lo desconozco, y al cabo, de sensaciones humanas. Y precisamente, ¿qué es lo que nos hace humanos? Es la pregunta clave del film y del proceso interno de todos los personajes.

Cathy, Ruth y Tommy, los tres protagonistas, son personajes que se caracterizan por sus graves problemas de comunicación y de transmisión de sus sentimientos, un hecho que da lugar a varias de las escenas cumbres del film, como la ¿declaración? de Tommy a Cathy, llena de una hermosura tan naif como el personaje que la protagoniza. Se caracterizan, también, por su mansedad, no son sólo clones, sino corderos educados en una jaula sin barrotes, para ser donantes de órganos.

Viven en un colegio donde les educan desde la tierna infancia para servir a un fin, su vida tiene un sentido único, el de dar vida a otros, ser buenos donantes, aunque ello les lleve a la muerte. Cathy describe su existencia de forma clara “lo mejor es que lleguen a Cumplir (sus pacientes) la primera vez” es decir, conseguir que se decidan a morir la primera vez que son intervenidos. Ese es su destino, no una consecuencia (como en nuestro caso) inevitable de la vida. Lo que verdaderamente destaca pues, es que sabiendo lo atroz de su final, no se revelen. Se les entiende, en el fondo, pues la única realidad que conocen, a pesar de no vivir totalmente aislados del mundo, es la de crecer, con una caducidad limitada, durante una existencia cuyo propósito no es el de vivir, sino el de dar sin recibir y finalmente claudicar sobre la mesa de operaciones.

Pero el planteamiento principal del film es el de ¿qué es lo que nos hace humanos?

“Buscábamos si teníais alma” les dice al final, el personaje de Charlotte Rampling, “criaturas” son denominados en otro momento. Nunca son realmente considerados por las personas como iguales, sino como soluciones químico-biológicas nacidas de una probeta copiando los genes, como dice Ruth “de la escoria” social. Así pues, quizá no fuera el alma o los dibujos de Tommy, sino el amor lo que les humanizase al máximo, lo único que, en cierta medida, les hiciera echar de menos la vida que van a perder. Un amor, eso sí, sin lucha, un amor sólo de resignación y sufrimiento. Y, en contrapunto, lo que más les deshumaniza es precisamente la apatía del condenado a muerte, su falta del afán de supervivencia. La falta de insurrección.

Los sentimientos de los protagonistas ante estas dos realidades duales y bipolares se materializan en el miedo a la soledad de Ruth, la infantilidad de Tommy y la fría resignación (a favor del cumplimiento del deber) de Cathy.

El Aplazamiento resulta ser una metáfora clara de la esperanza en un futuro que no existe, y el único conato de lucha. Tommy, un personaje basado en la profunda inocencia de su carácter, parece no ser consciente de lo que le espera, pero sus dibujos, dibujos con ¿alma?, testimonian el amor que siente hacia Cathy, así no se trata ya de que tenga esperanza, sino de que ese amor que les humaniza, es lo único que les retiene. Y es precisamente la pérdida del aplazamiento, la pérdida de la esperanza, lo que desarma y desespera a Tommy en otro de los momentos más trágicos de la cinta (ese grito frente a los faros del coche). Son humanos, sufren, pero su camino hacia la muerte es la paradoja que les condena.

Otra cuestión interesante es la fatídica desesperanza del personaje de Ruth, abocado al dolor, la soledad más absoluta (precisamente porque no tiene amor) y quien más profunda e intensamente entiende y se revuelve ante la idea de morir; frente al personaje de Cathy, frío, silencioso, inteligente y avispado, que no sólo comprende la situación, sino que la acata, se hace Cuidadora de aquellos que esperan la muerte, para más tarde, esperarla ella también. Es el producto casi perfecto, un donante que jamás se opondrá a su destino y que, sin embargo, huye inconscientemente de él, perdiendo a quien más ama por el camino. Así, desperdicia 10 años de su vida separada del amor de su vida, porque carece del arrojo suficiente (¿de la humanidad suficiente?) para actuar, para decidir, para vivir. Es un espíritu complejo que parece derrumbarse durante el desgarrador final, cuando llora, al fin, esperando a que Tommy regrese de un limbo al que están todos destinados, degradándose en el proceso, como androides de carne.

En última instancia, cabe, evidentemente, hablar de los planteamientos éticos del film, aquello de vivir mientras otros mueren en una sociedad ¿civilizada? Incitar, en una suerte de campos de exterminio, el deterioro de cuerpos jóvenes, de no-personas sin alma, que no contemplan el futuro más que como el “Cumplir”, el peor sinónimo de muerte y que resume lo ya obvio: que el más allá es su mayor aspiración, su matrícula de honor. Y algo que, inesperadamente les iguala ante esas personas que despiadadamente les crean como incubadoras de vida, pues al cabo: todos cumplimos.

Inevitabilidad e impotencia irrumpen en el alma del espectador atento, en esta cinta tan fría como su protagonista, pero tan cargada de un dramatismo existencial implícito que es imposible no sobrecogerse un poco ante este extraña oda poética sobre el fin de la vida, el amor y lo que nos define. En un ambiente old fashioned de los 50 – 60, la filosofía y el vacío de vivir se abren un hueco en el escaparate de ciencia ficción que plantea los dilemas de Never Let Me Go.